LOS DOCUMENTOS DEL MIEDO (PRIMERA PARTE)
Cómo la dictadura hizo la guerra sicológica
Documentos originales inéditos de los primeros años después del golpe militar obtenidos por La Nación, revelan cómo el régimen militar, temiendo la pérdida de respaldo ciudadano, el renacimiento de la izquierda, la emergencia de la solidaridad con las víctimas y el concepto de la reconciliación, manipuló la mente de los habitantes para mantener el miedo. Esta primera parte del reportaje fue publicada por La Nación el 7 de abril de 2002.
Jorge Escalante La Nación
Pocos meses después del golpe militar del 11 de septiembre de 1973, los expertos de la "guerra sicológica de penetración" del régimen de Augusto Pinochet hicieron sonar la alarma. Habían detectado que el apoyo de la población a los militares estaba en peligro y que, con cierta indiferencia, los habitantes comenzaron a olvidar lo vivido en los días previos y posteriores al golpe, y se empezaron a preocupar más de rearmar sus vidas que de alabar y buscar vínculos con quienes ahora tenían el poder.
Constataron también mediante "análisis de encuestas, sondeos de opinión pública y estudios de reacciones inconscientes", que si bien el gobierno de Salvador Allende había sido destruido, las ideas fundamentales que lo inspiraron se mantenían vivas, "manifestándose a nivel de rumores explicaciones del fracaso de la vía chilena hacia el socialismo donde, sintomáticamente, se protege el esquema ideológico marxista", según dijeron en el documento "Campaña de penetración psicológica masiva" que hicieron llegar a Pinochet y al resto de la Junta Militar.
Esto significó que, a pesar de todo lo que ya se había hecho para infundir el miedo, incluído la formación de la DINA en las primeras semanas después del golpe y el viaje de la Caravana de la Muerte en octubre de 1973, por primera vez apareció a fines de ese año al interior del régimen el temor de que las ideas que sustentaron el gobierno de la Unidad Popular, así como sus organizaciones, pudiesen volver a hacer "su aparición en forma paulatina, aumentando con ello su grado de peligrosidad".
Estos documentos caratulados como "Secretos", "Confidenciales" y "Reservados", cuyos autores operaron desde las primeras semanas posteriores al 11 de septiembre en el Departamento de Sicología de la Dirección de Relaciones Humanas al mando del sicólogo Hernán Tuane Escaff, instalados en el ministerio Secretaría General de Gobierno bajo el general Pedro Ewing Hodar, permanecían hasta ahora desconocidos por la opinión pública.
Ellos ayudan a explicar algunos de los orígenes de lo que efectivamente ocurrió en el país, en la calle, en los centros de detención, en los hogares y en los medios de comunicación, y permiten conocer de dónde nacieron algunas de las ideas y acciones que Pinochet y el resto de la Junta Militar llevaron a la práctica.
El equipo de apoyo de Pinochet y la Junta verificó también, argumentando que "las masas olvidan pronto", que esa actitud de indiferencia de la población ante lo que ocurría, la que comenzaron a percibir a pocos meses del derrocamiento de Salvador Allende, "se traduce en una falta de compromiso y adhesión real para con los planes de la reconstrucción, esfuerzo y laboriosidad en que está empeñado el gobierno".
"Esta masa ciudadana, al no estar comprometida responsablemente con los preceptos, significado y el actuar de los miembros de las Fuerzas Armadas y Carabineros, se constituyen a la postre en verdaderos lastres críticos y obstáculos para la acción gubernativa", dijeron los ideólogos que, ante lo descubierto, planificaron reencantar a la ciudadanía manipulando sus sentimientos, afirmando en marzo de 1974 que "creemos imprescindible reactualizar un programa de acción de guerra psicológica realizado por esta Dirección el 19 de noviembre de 1973".
Programando las mentes
Los especialistas de Tuane resolvieron entonces que había que dar curso a una "guerra sicológica de penetración" a nivel de lo más instintivo del ser humano, desatando a través de una campaña los sentimientos traumáticos de "angustia", "neurosis", "tragedia", "inseguridad", "peligro" y "miedo".
"La masa está capacitada para comprender sólo imágenes simples y es necesario tener focalizada su atención, pero no hay que saturarla", recomendaron los expertos a los gobernantes.
Uno de los ejemplos que dieron para justificar que la campaña debía apuntar al centro de las emociones de los chilenos, fue que "si bien no podemos pretender que un ladrón no hurte en función de el deber de no hacerlo, podemos evitar que robe bajo amenazas de castigos angustiosos severos, ya que su temor instintivo es más fuerte que su acción delictual".
Si bien esas "amenazas de castigos angustiosos" ya se habían comenzado a hacer realidad mediante los operativos represivos que se desataron desde las primeras horas de producido el golpe militar, los destinatarios de estos mensajes verían cómo ellos se incentivarían con el correr de los meses.
El objetivo final de esa campaña también estaba trazado: "como consecuencia de esta campaña, se debe llegar a que el gobierno militar actual vuelva a emerger ante las mentes ciudadanas como única solución a ese problema llamado marxismo", dijeron los expertos.
Llegaron a plantear que para desacreditar la imagen de Salvador Allende, había que mostrar "imágenes simples que por sí solas den cuenta de la idea que se expresa, como por ejemplo la perrera de Tomás Moro (casa de Allende), comparada con viviendas callampas".
Como justificación para realizar la campaña dijeron que, por el contrario, "al recurrir al sistema de la realidad como motivadora, los logros que se obtendrán serán los mínimos".
Desatar la angustia
"Con asombro hemos visto que a sólo seis meses del pronunciamiento militar que impactó a la ciudadanía como una acción salvadora inobjetable y requerida por la gran mayoría, esta misma masa ciudadana ha olvidado las circunstancias previas al 11 de septiembre. El ciudadano común ha olvidado aceleradamente las circunstancias de peligro que significó el marxismo y, confiado, se ha entregado a una "vida normal" bajo el amparo y protección de las Fuerzas Armadas y Carabineros. Es como si no quisieran aceptar que estamos en guerra, pese a los anuncios de las esferas oficiales", informaron los hombres de la guerra sicológica en el documento "Campaña de penetración psicológica masiva".
"Es imprescindible reactivarles entonces los instantes angustiosos y trágicos previos al pronunciamiento militar, porque es una de las formas de incorporarlos a apoyar los planes del gobierno. La campaña tiene como objetivo fundamental actualizar los factores neurotizantes que traumatizaron al ciudadano chileno durante el régimen de la UP, y que en muchos casos actualmente han olvidado", dijeron los intelectuales de la campaña.
Pero, además, trazaron otra línea de acción afirmando que todo ello se podía lograr sólo si se destruía a quienes habían sostenido el gobierno de Salvador Allende y sus ideas.
"Para lo anterior es imperioso destruir los pilares ideológicos que, directa o indirectamente, gestaron el anterior gobierno marxista. Es conveniente asimismo socavar la imagen de los políticos tradicionales que no fueron capaces de oponerse al marxismo. Este plan de penetración sicológica masiva pretende a la luz de lo padecido por la población, destruir la doctrina marxista", propusieron a Pinochet y la Junta.
Para llevar a la práctica esto último diseñaron el siguiente esquema de asociación de ideas que debía hacerse penetrar en la población a través de la difusión en los medios de comunicación:
"MARXISMO=violencia=escasez=escándalo=angustia=peligro de muerte.
JUNTA MILITAR=factor terapéutico=bienestar=solución a los problemas=progreso=Patria".
El temor a la izquierda
En el documento caratulado como "Secreto" y titulado "Preparación sicológica de la población para contrarestar la Acción Marxista", que se había enviado a Pinochet y la Junta el 19 de noviembre de 1973, los autores de la guerra sicológica sostuvieron que uno de los principales temores era que militantes y dirigentes de los partidos y movimientos de la izquierda -reorganizados luego del repliegue por "el temor paralizante de la acción bélica" que las fuerzas militares lanzaron en su contra intensamente en los primeros días posteriores al 11-, comenzaran a ganar espacios entre los habitantes, fundamentalmente "por la vía pacífica, destinada a capitalizar el descontento o cualquier tipo de forma de insatisfacción, postergación de anhelos o deformación de las auténticas espectativas".
A la vez, advirtieron a los jefes militares que la izquierda podía comenzar a infiltrar a los partidos políticos no marxistas, y "a las organizaciones estudiantiles, centros de padres, gremios, religiosas, deportivas, etc... En general, toda organización que les permita cierto poder de masa".
"Establecerán metas de lucha que puedan atraer al mayor número de adherentes. Estos objetivos se realizarán a través de plantear logros de "libertad", "justicia social", derrota del "militarismo", "lucha contra el estado policial" y "no aceptación del estado fascista", tratando de aglutinar al mayor número de personas no importando su posición política o credo religioso", escribieron en este documento.
Enseguida dijeron a quienes conformaban la cúpula del gobierno cuatripartito que, ante este escenario, "se hace necesario preparar sicológicamente a la población antes de que éstos hechos se presenten, de modo que estos elementos activistas no puedan contar con el apoyo ciudadano".
Frases cortas, ideas claras
"Para lograr estos objetivos se sugieren dos líneas de trabajo: primero, una lucha contra el movimiento UP en general. Esta campaña tendrá como finalidad la obtención de estos vínculos:
Marxismo (UP) equivalente a Mentira.
Marxismo (UP) igual Traición.
Marxismo (UP) igual Corrupción.
Segundo, una campaña contra del extremismo:
Extremismo igual Anti-Chileno
Extremismo igual Mercenarios
Extremismo igual Inseguridad
Extremismo igual Peligro
Extremismo igual Pérdida de Libertad", planificaron los autores de la guerra sicológica.
Para alcanzar estos objetivos concientizadores determinaron actuar "mediante formas sencillas, con un lenguaje directo que fácilmente llegue a la masa, con frases cortas e ideas claras, a semejanza de lo realizado en días posteriores al 11 de septiembre en la Guerra Sicológica, donde se dejó en evidencia el contraste entre lo publicitario de la UP y su realidad interna".
Los expertos dijeron que era necesario introducir los mensajes "a través de consignas repetitivas, porque es necesario aclarar que lo repetitivo es la idea involucrada, debiéndose cada cierto tiempo cambiar las imágenes o los ejemplos que acompañan a la idea que se trata de depositar en la mente individual y colectiva".
Peligrosa reconciliación
En otro documento "Reservado" del Departamento de Sicología de la Dirección de Relaciones Humanas del ministerio Secretaría General de Gobierno de fecha 6 de junio de 1974 titulado "Sobre la necesidad de realizar una campaña sicológica masiva tendiente a destruir al marxismo como ideología", enviado, entre otros, al general Pedro Ewing, ministro Secretario General de Gobierno en esa época, y al jefe del Comité Asesor de la Junta general Julio Canessa, se advirtió que "podemos asegurar que los efectos de la máquina publicitaria de la Unidad Popular están latentes en los chilenos".
En ese escenario, los ideólogos alertaron que, respecto de la relación de la población con el régimen militar, si bien se mostraban signos de respaldo "se le hace difícil a la población hacer trascender su apoyo. Así, la idea marxista sigue vigente".
Ante ello sostuvieron que "se hace clara la necesidad de desconcientizar primero -entiéndase una prolongada campaña tendiente a destruir la ideología marxista- y concientizar después, en un sentido positivo y de acuerdo a los postulados o principios del Gobierno de Chile".
No obstante, llamaron la atención acerca de algunos riesgos que esta guerra tendría.
"La realización de una campaña destructora de la ideología marxista traerá como resultado inevitable acciones tendientes a entrabarla, o lisa y llanamente suprimirla. Igualmente, como contraposición a ésta misma, se proclamarán campañas en base a la solidaridad o en pro de la reconciliación", advirtieron.
"Analicemos el término reconciliación que significa volver a conciliarse, estar de acuerdo con otro mediante un acuerdo. Por lo tanto, se plantearía así el absurdo y el contrasentido de que en el plano interno el Gobierno conciliara, mientras los marxistas en el exterior y en el interior atacan a la autoridad establecida", dijeron, previendo, por ejemplo, el temprano trabajo que iniciaron las iglesias, en especial la católica, para defender los derechos esenciales de quienes el régimen había resuelto destruir.
La necesaria DINA
Los documentos ayudan a comprender el por qué del plan sistemático implementado para aniquilar orgánica y físicamente a "los enemigos" en la "guerra" que se vivía. Así, se entiende que el exterminio de la izquierda que operó desde los primeros días después del golpe, fue también producto del miedo generado al interior del régimen de que sus "enemigos principales" pudiesen volver a emerger con renovadas fuerzas, poniendo en peligro la estabilidad del totalitarismo que se comenzaba a construir. Frente a ese temor, la creación de la DINA de Manuel Contreras fue lo que aseguró a Pinochet sentir que nadie -tampoco dentro de la Junta Militar ni del Ejército u otra rama de las Fuerzas Armadas-, le cuestionaría el poder absoluto que, a poco andar, concentró en sus únicas manos.
Enseñando a engañar
En otro documento de nombre "Orientación sicológica para los planes de difusión del Gobierno", los hombres de Tuane explican que "toda propaganda debe responder a un programa planeado como una totalidad. Es decir, insertado dentro de un plan de acción general para fines públicos a través de cualquier tipo de comunicación que produzca efecto en el intelecto y emociones de la masa ciudadana".
A modo de ejemplo para graficar a los gobernantes cómo debían introducirse las ideas que estaban destinadas a penetrar en los sentimientos de los ciudadanos, los diseñadores recordaron "el plan realizado por esta Dirección en relación a mitigar el efecto del alza del costo de la vida".
"El plan constaba de tres fases. La primera ponía énfasis en una crisis económica mundial. Era la primera idea. La segunda idea hablaba de la crisis mundial, pero se hacía hincapié en las repercusiones en los países subdesarrollados y de América Latina, sin mencionar a Chile. Es decir, se sumaba a la idea de la crisis mundial las consecuencias que de ello se derivaban para el resto del mundo. Esta segunda idea facilita la tercera, porque al decir países latinoamericanos está inserto Chile en forma subliminal. Por último, en la tercera idea se mencionaba a Chile como víctima de lo anterior, pero marginando al actual gobierno de toda responsabilidad. A ello se terminaba agregando que esta crisis habría sido más grave en caso de haber continuado el gobierno de la Unidad Popular. La tercera idea queda ligada con la primera, habiéndola remarcado previamente con la segunda idea, debilitando la responsabilidad interna del actual gobierno", explicaron los autores a los gobernantes.
El pan para el apoyo
En junio de 1974, Hernán Tuane y su equipo advirtieron ahora a los gobernantes acerca del impacto negativo que tendría la proyectada alza del pan en el apoyo de la población al régimen, nivel en el que, como ya se ha visto, se detectaban problemas serios.
En el documento timbrado "Confidencial" titulado "Importancia sicológico-social de que no hayan más alzas del precio del pan", los expertos de la guerra sicológica partieron recordando a Pinochet y la Junta una frase bíblica: "Ganarás el pan con el sudor de tu frente", escribieron en el encabezamiento.
Y a continuación entregaron toda una argumentación para reforzar la idea de que el pan era para las clases más desposeídas el alimento diario fundamental.
"Al subir el costo del pan que es el alimento base de las clases más desposeídas y, por lo tanto, el sustento más directo que les permite su existencia, se generará toda una serie de fantasías en relación a otros productos, y no sólo de los alimentos", argumentaron.
Y luego lanzaron la advertencia principal, que era lo que interesaba evitar: "en las actuales circunstancias, al aceptarse el alza del precio del pan producirá en la mente del individuo un desasosiego, inquietud o desconcierto, que puede llegar al punto de decepcionarlo y dudar de los planes de acción del gobierno".
Haciendo un recordatorio de otras alzas que se estaban produciendo por esos meses (1974), dijeron que "como una manera de aminorar los efectos que en general las alzas de precios tienen en la masa consumidora, y específicamente en los asalariados, es que estimamos, desde el punto de vista de la sicología social, de imprescindible conveniencia solventar de alguna manera esta alza de precios para el consumidor".
Luego siguieron advirtiendo: "se ha llegado desde el punto de vista de la sicología de las masas a un punto crítico en cuanto a la capacidad para resistir el aumento del costo de la vida, y si bien es cierto que en los planes de estabilización el trigo tiene una importante incidencia de carácter económico para el país, no es menos efectivo que sería de desastrozas consecuencias el seguir produciendo un distanciamiento con los factores de índole social".
"El pan tiene para el gobierno más implicancias sociales que económicas, y es altamente aconsejable que se busque la forma que, en lo posible, no aumente su precio", recomendaron los especialistas.
También el azúcar
Pero eso no había sido todo, porque también se había manipulado el alza del azúcar para buscar apoyo al régimen.
"Así como durante algunos meses fue aconsejable desde el punto de vista sico-político no alzar el valor del azúcar, y reconocemos que se hizo con detrimento en algún grado de los planes económicos, es que ahora recalcamos la imperiosa necesidad de que el pan, en lo posible, no sufra modificaciones en su valor", dijeron a los jefes militares.
Abundando en el peligro de las alzas de precios, advirtieron que, incluso, "no sería extraño que ésto fuese aprovechado por los enemigos del gobierno para rumorear que la Junta está castigando a aquellas personas que fueron adictas al ex régimen marxista: los más pobres".
Si esta vez no era posible frenar el alza del pan, recomendaron que entonces se otorgara un bono como "bonificación de pan", "semejante al que los trabajadores reciben por concepto de movilización". Además recomendaron entregar pan a los escolares en aquellas comunas de menos ingresos.
El documento finalizó insistiendo en el peligro de la pérdida de apoyo al régimen: "estimamos que políticas sociales de esta índole serán recibidas con el mayor beneplácito por los sectores más necesitados, y bien vale la pena intentarlas cuando el riesgo de pérdida de adhesión al gobierno está en juego, aún cuando los planes económicos de recuperación nacional aparentemente se retrasen. En las actuales circunstancias en que se está percibiendo un clamor público por las alzas de precios, bien vale la pena este esfuerzo", plantearon los hombres de Tuane Escaff.
El miedo con que la dictadura quería mantener el apoyo ciuidadano, emergía de sus propios miedos.