Un aullido se escucha en la noche, despertando espíritus que antes nos sabíamos que existían, nos sentimos valientes, nos sentimos unidos, somos lobos, somos manada. Seres éticos, valerosos y capaces de coordinar hazañas legendarias, dominando bestias más poderosas que nosotros, pues somos expertos en combate, en el arte de acechar. Los perros son nuestros hermanos de sangre, pero han cambiado su lealtad por el gran salvaje, por una sumisión al hombre, por una comodidad que ha destrozado su espíritu. Ladran de miedo, ladran para asustar, ladran porque ya no saben cazar.
El ser que acogió a los perros, el hombre, ahora nos regala su desprecio profundo, devorando con un hambre caníbal nuestro mundo, portando el fuego de la muerte, derribando a traición nuestras veloces carreras; pero esto nos ha hecho fuertes, nos ha mejorado en el arte del sigilo, somos el invisible aliento del bosque.
Nuestros valores son sólidos, pues de ellos dependemos para vivir: el primero de estos es la paciencia, no podemos apresurarnos, esto puede significar la muerte, la destrucción de nuestra manada. Somos valientes, sin ese valor, no podríamos someter a presas tan grandes como el hermano oso, que es el rival más feroz. Somos rápidos en la coordinación, no podemos tardar, pararnos a pensar, las patas de nuestras presas son rápidas, debemos ser aún más ágiles que ellos. Evaluamos cuidadosamente el terreno y no aplicamos la misma técnica siempre. Somos amorosos con los cachorros, que son nuestro futuro, les educamos con juegos, les educamos en el hacer, deben actuar desde la sabiduría.