Nos guste o no, lucir atractivo es un valor social. Existe una correlación fuerte entre lucir
atractivo y sentirse apropiado y valioso. La sociedad funciona con la hipótesis que «lo bello
es bueno», y todo el proceso de aprendizaje cultural, desde los cuentos de hadas hasta los
comerciales de televisión, nos refuerzan esta opinión.
Cada período en la historia y cada cultura tiene un concepto de belleza que afecta a todos
y de manera especial a las mujeres jóvenes y cada vez más a los hombres. Los estándares de belleza propuestos por las
sociedades occidentales actuales han contribuido a los excesos que se observan en la clíni-
ca, al proponer un ideal de figura corporal muy esbelta, y en ocasiones hasta antinatural,
que resulta cada vez más inalcanzable. Sin embargo, simultáneamente se nos vende la idea
que sintetiza Judith Rodin con la siguiente frase: «que el objetivo de lucir suficientemente
bello es posible para cualquiera que trabaje muy fuerte, se ejercite por suficiente tiempo y
coma poco»; que más que una idea es un espejismo.