Friday, July 21, 2006

Impro, la celebrada obra del dramaturgo, director y profesor de teatro británico Keith Johnstone debería ser material obligado de lectura no sólo para la gente involucrada en el arte teatral, sino también para los profesores, educadores y estudiantes de todas las carreras humanísticas. Quizás no todos los lectores de este libro vayan a estar íntegramente de acuerdo con sus novedosos planteamientos; pero si no se sienten desafiados por ellos, si es que no sucumben finalmente a su sabiduría y singularidad quiere decir que están en un muy lamentable estado de constricción anímica, ya que éste es el más dinámico, entretenido, divertido, sabio y provocativo libro sobre la "artesanía" teatral escrito hasta el momento. Respaldado por una apabullante y exitosa carrera como Profesor de Improvisación en el Royal Court Theatre de Londres, y con sus propias compañías, estable e itinerante, de The Theatre Machine, Johnstone nos entrega una inagotable provisión de disparatadas y geniales sugerencias para descongelar hasta las más petrificadas imaginaciones. Debemos agregar que la publicación de esta obra, en su primera traducción española, obedece al clamoroso pedido de los múltiples alumnos directos e indirectos del famoso maestro que se han beneficiado con sus enseñanzas en sus prácticas teatrales, pedagógicas y sicoterapéuticas. Este último, que podrá aparecer a primera vista un tanto sorprendente, no lo es si consideramos nuestra personalidad como el rol determinado que desempeñamos en el escenario de la vida. La improvisación, que no es más que un liberar la creatividad innata en cada cual, puede ayudarnos a desembocar en un personaje más pleno, realizado y sobre todo, más auténticamente propio.

Impro
Improvisación y el teatro
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Keith Johnstone

prólogo de Lina Ladrón de Guevara

Del dramaturgo y profesor de teatro británico Keith Johnstone, para gente involucrada en el arte teatral, y también para los profesores, educadores y estudiantes de todas las carreras humanísticas.

Notas sobre Mi Mismo

A medida que fui creciendo, todo comenzó a ponerse gris y triste. Aún podía recordar la increíble intensidad del mundo en que había vivido siendo niño, pero pensé que el empañamiento de la percepción era una consecuencia inevitable de la edad - tal como el lente del ojo está destinado a opacarse gradualmente. No comprendía que la claridad está en la mente. Desde entonces he descubierto trucos que pueden hacer resplandecer nuevamente al mundo en quince segundos, y los efectos duran horas. Por ejemplo, si tengo un grupo de alumnos que se están sintiendo cómodos y a salvo, unos con otros, los hago pasearse por la sala gritando el nombre equivocado de cada cosa que sus ojos ven. Tienen tiempo de gritar alrededor de diez palabras equivocadas antes de decirles que se detengan. Luego les pregunto si las otras personas se ven más altas o más bajas-casi todos ven a los demás de tamaños diferentes, generalmente más bajos. "Los contornos se ven más marcados o más borrosos"? , pregunto, y todos están de acuerdo que se ven más marcados. "Y los colores?". Todos reconocen que hay mucho más colores y que son más intensos. A menudo el tamaño y la forma de la sala también parecen haber cambiado. Los alumnos se asombran de que se pueda realizar una transformación tan fuerte con un medio tan primitivo-y especialmente que los efectos sean tan duraderos. Les digo que basta con que piensen en el ejercicio para que vuelvan a aparecer los efectos. Mi propio redescubrimiento del mundo visionario tomó más tiempo. En un momento en que aparentemente había perdido todos mis talentos como artista creativo, me vi impulsado a investigar mis imágenes mentales. Empecé con las hipnagógicas-las imágenes que muchas personas tienen cuando están a punto de quedarse dormidas. Me interesaron porque no aparecían en una secuencia previsible; me interesaba su espontaneidad.