Tarea Post-Sesión
Jorge Orrego
“Imagina que todos tus recuerdos con sus respectivos proyectos de futuro posible, se te han implantado. De ahora a dentro de dos semanas tienes que estar muy atento a cualquier cosa excepcional que pase en tu vida, ya que pueden ser pistas para que descubras tu más verdadera identidad”. Fue la tarea que le dio el psicólogo a Marko.
El primer día no ocurrió nada raro. Cuando Marko se cansaba de estar en la biblioteca, o con sus amigos conversando y bebiendo cerveza, solía tomar una libreta, un lápiz, el frasco de anfetaminas y salía a recorrer la ciudad. Esa tarde llovía. Se sentó en un banco de la plaza. Su banco.
Había un hombre sentado en el escaño de enfrente. Tenía en sus brazos un bulto envuelto en una manta, parecía un niño muy pequeño. Sonó la campana, el barco manisero se dirigió a la otra esquina, y Marko volvió a mirar la calle. Los focos se encendieron. Pensó en Francisco Durazno y en guindo. Vio salir a Guindo y Durazno del almacén con dos zanahorias y un pan en la mano casi al segundo después. Le dio risa.
Estaba tan distraído que no notó el momento en que el hombre y el niño se fueron.
No volvió a pensar en ellos hasta el día siguiente. Era bastante tarde, y Marko estaba cansado, ya que pasó gran parte de la noche charlando con sus amigos ante cervezas y tazas de café. Caminaba a su casa con el cuello del abrigo muy subido. Antes de atravesar una calle divisó una figura que se le antojó familiar. Se detuvo observándola un instante. Era el hombre parecido al Maestro Israel. Cuando pasó bajo un farol también reconoció inmediatamente un bulto entre sus brazos. Cruzó a la otra acera. Y, esa noche durmió tranquilo.
Una mañana de sol, dos días después, vio al hombre y su supuesto vástago en una calle céntrica. El movimiento de las doce estaba en su coronamiento. Los indigentes se detenían en las vidrieras para discutir la posible adquisición de vino o pan. Los hombres salían de sus oficinas con documentos bajo el brazo, los perros orinaban en los árboles. Los reconoció de nuevo al verlos pasar mezclados con todo esto. Le cruzó una ligera extrañeza.
En adelante comenzó a ver al hombre y al supuesto niño bastante seguido. Los encontraba en todas partes y a toda hora. No pasaba un día sin que los viera. Se sentaba en un parque y el hombre del grueso chaquetón se le cruzaba rápidamente. Se detenía a comprar cigarrillos, y estaba el hombre con su extraño "paquete" pagando los suyos. Iba al cine, y allí estaba dos butacas más allá. Nunca pudo ver completamente a lo que parecía un niño.
Poco a poco empezó aumentar la periodicidad con que Marko se drogaba y emborrachaba. Cuando estaba sobrio se lo llevaba pensando en extrañas teorías con superhombres, con experimentos síquicos y genéticos.
Una tarde salió a caminar. Se sentó en la plaza. Por uno de los senderos vio avanzar al caballero del grueso abrigo y de pronto entrar en una calle. Inquieto, se puso de pie y echó a andar con la esperanza de encontrarlo. Pero desaparecieron por las calles entremedio de la muchedumbre.
No tuvo paz la semana que siguió de este encuentro y llegó a inventar una enfermedad para quedarse en casa y no visitar al psicólogo. Se encerró en la biblioteca con seis botellas de whisky y un frasco de anfetaminas "especiales".
Tenía cientos de libros regados por el piso. No viene en caso entrar en detalles, pero se lo pasó subrayando frases. Soñó que ciertas palabras escritas en letras cursivas, y que estaban desparramadas en las páginas de distintos libros escondidos en la biblioteca, si eran ordenadas de una forma por él intuida, la frase armada contendría un importante mensaje dirigido a él.
Al salir de su casa después de esos tres días de enclaustramiento, se encontraba débil, física y mentalmente, y con una frase escrita en un papel.
El hombre de negro y el vástago entre sus brazos no aparecía por parte alguna. Al principio necesitaba verlos, nada más, para saber que no los había alucinado, pero otras caminaba por la ciudad con terror a que aparecieran y confirmaran sus delirios.
Después de una semana en que la vida de Marko había vuelto casi a la normalidad lo volvió a ver. Lo vio entrar en la librería allende a la academia. Cuando Marko entró a la librería ya no estaba, pero encontró en el aparador un libro que confirmaba sus delirios: El titulo de este era muy parecido a la frase que él había formado. Tomó el libro y se sentó en el suelo en un rincón de la librería, y se puso a leer.
"El Apólogo del Movimiento" fue un libro de ciencia-ficción, algo sensacionalista y bastante de moda en la época y que explotaba el repetido motivo de la realidad virtual inserto en una saga épica; un compendio de conceptos como el de inteligencia artificial, existencia de organismos biomecánicos y un futuro apocalíptico, protagonizada por un “Kooter”.
La tarea de los “Kooters” será descubrir cuando nos encontramos frente a un programa de realidad virtual y cuando ante la realidad misma.
Para dar un ejemplo, una vez le pusieron a Maitrella, un “Kooter”, el protagonista, un casco idéntico a una escafandra. El vidrio del casco estaba teñido con una especie de betún. Maitrella se puso el casco y vio como uno de los ayudantes con un paño limpiaba el vidrio por fuera. Sin embargo el ayudante, el limpiar el vidrio, y la habitación en la que estaba a pesar de ser idénticos a los que había visto sólo hace unos momentos, eran virtuales. Luego, en otro experimento, le pusieron un casco que parecía bastante moderno y sofisticado, que también simulaba una escena idéntica a la habitación y su gente moviéndose por ella, sin embargo Marko encontró que el brillo de los colores de la pseudo-realidad eran una homologación perfectible y le sacaron el casco.
Cuando Maitrella empezó a relatar las imperfecciones del programa, le explicaron a Maitrella que nunca le habían sacado el casco, que el programa también lo simulaba.
Fue contratado para probar el programa de realidad virtual que se decía iba a ser el mas complejo de todos y cuya estrategia publicitaria consistía en ofrecer la posibilidad de vivir una vida llena de dramatismo existencial; la posibilidad de lograr la fantasía de la experiencia de la libertad absoluta; la posibilidad de ser un inventor de universos, de poder abrir enlaces a infinitos mundos, pero también se sugería la posibilidad de resultar esclavo de la propia obra.
Se sabía iba a ser un éxito. Hasta el momento no había un programa aparentemente diseñando para ganarle "absolutamente" a los usuarios y esto le daba un sabor especial: ¿Es verosímil que el infierno sea eterno?, si lo es, significa que dios no es pura misericordia, es necesario para la misericordia de dios que dios no castigue para siempre, pero, por otro lado, si el infierno tiene un límite, uno podría cometer pecados, errores, y siempre volver a empezar: “Descubra la respuesta en Playgodhell”.
Maitrella fue adiestrado en un programa de prueba, éste estaba diseñado para investigar cuanto tiempo podía durar una persona sin saber que estaba siendo parte del programa virtual PlayGodHell, y para eso cada cierto tiempo la realidad virtual vivida en el juego iba mostrando errores mínimos como que las cosas que caen al suelo no lo hicieran de forma totalmente perpendicular. O que algún pequeño detalle de algún objeto cambie de color de un día para otro. Para finalmente hacer girar el sol en sentido contrario, o que las cosas volaran por el aire, si es que el investigador no podía discriminar los cambios.
Para probar el programa Maitrella se extirpa memoria. Para Maitrella la tarea establecida consistía en discriminar gradualmente cosas raras que se le irían mostrando en el mundo virtual al que le había tocado vivir, ( ej. un extraño brillo del rosa que se ve cuando con los ojos cerrados se mira hacia el sol), pero Maitrella, al no tener memoria, no sabe que se encuentra en un experimento para efectuar conjeturas, él y los experimentadores del programa de realidad virtual se encontraban en una situación imposible: Si Maitrella pretende discriminar los segundos observan que no puede hacerlo (Marko observaba que pasaban cosas raras y creía tener razón, pero no podía ser que todos los demás estén equivocados y sólo él tenga razón), en cambio si Maitrella no discrimina, los investigadores sostienen que su capacidad para discriminar ha fallado.
Maitrella se volvió totalmente loco.
-¡Si quiere el libro cómprelo señor!, dijo la dependienta y Marko dejó de leer, miró su reloj y se dio cuenta que nuevamente llegaría con retraso a su psicólogo y que no había hecho la tarea.