La categoría de videojuegos que más se asemeja a la vida real es el juego de rol.
En estos juegos el protagonista siempre comienza débil y sin habilidades. Debe conocer su mundo y ganar puntos de experiencia para subir de nivel, ya sea solucionando desafíos o ganándole a rivales.
En estos juegos uno se pasa días explorando el mundo, buscando tesoros escondidos o recolectando objetos de poco valor para intercambiarlos por dinero o una herramienta o arma útil. Normalmente todo ese esfuerzo se reduce a que uno obtenga las habilidades y herramientas necesarias para vencer al próximo jefe o cumplir la próxima misión. Si es exitoso, uno gana experiencia, sube de nivel, y avanza hacia el próximo malo o rompecabezas. Así continuamente hasta el final del juego.
¿No ven la similitud? ¿Horas interminables de esfuerzo por ganarse un aparato que uno solo va a usar por poco tiempo antes de que sea obsoleto? ¿O combatir contra interminables rivales menores y sobrepasar incontables obstáculos solo para ganar la experiencia necesaria para subir su habilidad de nivel y que todo se vuelva a hacer más difícil?
Con un juego podemos intentar cosas que no podemos en la realidad, y así conocer mejor nuestros propios límites y habilidades. Por eso es bueno regalar un videojuego. Eso sí, asegúrese de no regalarle un juego con contenido para adultos a un niño.