Wednesday, June 08, 2011

Si quieres ser fuerte, hazte el fuerte.

Una de las maneras de situarse en un estado susceptible de favorecer cualquier desenlace que uno desee, consiste en comportarse «como si» ya estuviera uno en él. La eficacia de actuar «como si» es total cuando sitúa uno su propia fisiología como si estuviese ya en rendiciones de máximo rendimiento.

Si quieres ser fuerte, hazte el fuerte.

En cualquier situación, la palanca más potente de que disponemos es la fisiología, porque es rápida y no falla. Entre la fisiología y las representaciones internas existe una vinculación total; si se cambia la primera cambian inmediatamente las
segundas. Como yo suelo decir, «la mente no existe, sólo existe el cuerpo», y «el cuerpo no existe, sólo existe la mente».

Cuando cambia usted su fisiología (esto es, su postura, su patrón respiratorio, su tensión muscular, su tono), se modifican al instante sus representaciones internas y su estado.

¿Recuerda una época en que se sintiese totalmente aplastado? ¿Cómo se le representaba el mundo entonces? Cuando uno no se siente físicamente fatigado, o con debilidad muscular, o cuando padece algún dolor, percibe el mundo de una manera bastante distinta que el hombre descansado, fuerte y lleno de vitalidad. La manipulación fisiológica es un útil muy potente para controlar el propio cerebro.


El estado puede modificarse de dos maneras: cambiando las representaciones internas o cambiando la fisiología. Así pues, ¿qué hacer para cambiar de estado en un instante ? Cambiar, ¡ zas!, la fisiología, es decir, la respiración, la postura, la expresión facial, la calidad de nuestros movimientos, y así sucesivamente.

Cuando uno empieza a sentirse cansado, su fisiología le comunica esta condición mediante una serie de señales específicas: los hombros caídos, la relajación de varios grupos musculares principales y otras por el estilo. Puede uno sentirse cansado por el sencillo procedimiento de cambiar sus representaciones internas de manera que éstas le comuniquen al sistema nervioso el mensaje de que uno está cansado. Si  cambia usted su fisiología en correspondencia con el estado de la misma cuando se siente usted fuerte, ésta cambiará sus representaciones internas y le dirá cómo debe sentirse en ese momento.

Si uno se pone firme, si echa los hombros atrás y respira hondo, con inspiraciones torácicas, y levanta la vista (todo lo cual equivale a un condición de dominio de los recursos fisiológicos), no puede estar deprimido. Inténtelo usted mismo. Póngase en pie, bien erguido, cuadre los hombros, respire hondo, muévase con energía. Vea si puede sentirse deprimido en esa postura. Descubrirá que resulta casi imposible. Lo que pasa es que su fisiología le está enviando al cerebro un mensaje de atención, de vitalidad y control de los recursos. Y eso es lo que se realiza.

A veces hay personas que vienen a consultarme diciendo que no consiguen hacer una cosa. «Haga como si pudiera», les contesto, a lo que ellos suelen responder: «Pero si es que no sé cómo hacerlo». Y yo les digo: «Sitúese en la postura que adoptaría si supiera cómo hacerlo. Respire, ahora mismo, como respiraría si supiera. Ponga la cara que pondría si estuviese haciéndolo ahora mismo».

 Cuando nos sentimos fuertes y llenos de recursos ensayamos cosas que jamás intentaríamos estando asustados, débiles y fatigados. ¿Qué se puede hacer con una persona que tiembla, llora y grita, paralizada al borde de un lecho de brasas? Pues puedo intentar cambiar sus representaciones internas. Haré que piense en cómo se sentirá después de haber pasado indemne y con éxito al otro lado de los carbones. Con esto consigo que se forme una representación interna y que ésta cambie su fisiología. En cuestión de dos a cuatro segundos, la persona se halla en estado de posesión de sus recursos..., cambio que puede observarse en la respiración y en la expresión facial. Entonces le digo que camine, y la misma persona que una décima de segundo antes estaba paralizada de miedo, echa a andar con decisión sobre los carbones y palmotea de júbilo al otro lado.

Pero, en otras ocasiones, los sujetos tienen imágenes internas demasiado claras (quemarse, tropezar y caer), y éstas ocupan más lugar en su mente que la representación de cómo pasar al otro lado indemnes y con éxito. En este caso me veo precisado a cambiarles las submodalidades, lo cual, a veces, lleva más tiempo.

La otra opción (y la más eficaz cuando alguien se queda delante de las brasas, totalmente dominado por el pánico) es la de cambiar su fisiología. Al fin y al cabo, si el sujeto cambia sus representaciones internas, el sistema nervioso tendrá que cursarle al organismo la orden de cambiar de postura, modificar el ritmo respiratorio y la tensión muscular, etcétera. Siendo así, ¿por qué no ir derecho a la fuente, saltarse todas las demás comunicaciones y cambiar directamente la fisiología?

De manera que me pongo delante de esa persona que llora y hago que levante la mirada. Al hacerlo así, empezará a acceder a los aspectos visuales de su neurología, y no a los cenestésicos. Casi en seguida dejará de llorar. Compruébelo usted mismo cuando esté triste o llorando y no quiera continuar de esta manera. Levante la mirada, cuadre los hombros y póngase en un estado visual; sus sensaciones cambiarán casi al instante. Véalo en los niños. Cuando uno de ellos se haya hecho daño, hágale mirar hacia arriba y el llanto y el dolor cesarán o por lo menos se calmarán en gran medida, en un abrir y cerrar de ojos. A continuación hago que el sujeto se coloque de la manera en que lo haría si estuviera totalmente seguro de sí mismo y supiera que es posible cruzar las brasas indemne y con éxito, que respire tal como respiraría y que diga algo empleando el tono de voz de quien se siente completamente seguro de sí mismo. De este modo su cerebro recibe un mensaje diferente acerca de cómo se está sintiendo; en virtud del estado resultante, el mismo individuo que segundos antes se hallaba inmovilizado por completo se ve capaz de llevar a cabo la acción que se proponía como meta.


Lo mismo ocurre con el ejercicio físico. Cuando uno ha entrenado fuerte y se queda sin aliento, si empieza a decirse lo cansado que está o cuántos metros lleva recorridos, se sitúa en una condición fisiológica tal (como también ocurre al sentarse en el suelo o jadear) que confirma esa comunicación. En cambio, si pese a hallarse sin aliento uno hace el esfuerzo de quedarse en pie y regularizar conscientemente la respiración hasta recobrar el ritmo normal, en cuestión de pocos instantes se sentirá totalmente recuperado.

En una tribu aborigen de Australia los hechiceros practican un rito llamado «el conjuro del hueso», que consiste en lanzar un maleficio tan poderoso que la víctima sabe con certidumbre absoluta que contraerá alguna enfermedad terrible y probablemente morirá.

He aquí cómo describe el doctor Benson un caso documentado en 1925:

El destinatario del conjuro es, en verdad, un espectáculo lamentable. En pie, con la boca abierta y los ojos desencajados, fijos en el enemigo que le apunta, sus manos se alzan como si quisieran desviar el medio letal que imaginariamente invade su cuerpo. Las mejillas se hunden, la mirada se vuelve vidriosa y la expresión del rostro se altera horriblemente... Quiere gritar, pero los sonidos se ahogan en su garganta. Su boca se llena de espuma. El cuerpo empieza a temblar, con la musculatura recorrida por espasmos involuntarios. Se tambalea hacia atrás y cae al suelo. Parece un desvanecimiento, pero al cabo de pocos instantes empieza a retorcerse en mortal agonía y, cubriéndose la cara con las manos, se pone a gemir...

La muerte sobreviene al cabo de un tiempo relativamente corto.

Ignoro lo que le parecerá al lector, pero para mí es una de las descripciones más espantosas que he leído nunca. No creo que a nadie se le ocurra «modelarla». Y sin embargo, es un ejemplo bien vivido del poder de la fisiología y de las creencias. En sentido convencional, nadie le hizo ningún daño a ese hombre. Por el poder de su propia creencia, y con la fuerza de su fisiología, se creó una influencia negativa de una potencia terrorífica, que lo destruyó por completo.

En todos los casos, las representaciones internas negativas de la propia víctima fueron las culpables; por alguna razón ésta se sintió impotente, desvalida y condenada, y el resultado fue prácticamente el mismo que el de aquel rito aborigen.

Lo que me parece curioso es que, por lo visto, el lado dañino de las relaciones mente/cuerpo haya merecido más estudios y más anecdotario que el lado útil y positivo.

Dichos estudios se refieren a la influencia que nuestras expresiones faciales ejercen sobre nuestro estado de ánimo, y concluyen por ejemplo que no es del todo exacto que uno sonría cuando se encuentra bien, o que suelte la carcajada si está contento. Lo cierto es que sonreír y reír desencadenan procesos biológicos que, a su vez, hacen que nos sintamos bien. Aumenta el riego sanguíneo del cerebro y se modifica el nivel de oxígeno, junto con el umbral de estímulo de los neurotransmisores. Pasa lo mismo con otras expresiones. Componga usted su expresión facial según la fisiología del miedo, la de la ira o la de la sorpresa, y verá lo que se siente.

Nuestro cuerpo es nuestro jardín... Nuestra voluntad es el jardinero.
Uno siente lo que muestra en su cara. Si se ríe uno del dolor, interiormente no sufrirá. Si pone la cara triste, sentirá lo mismo por dentro». Los individuos que saben ponerse en estado fisiológico de franqueza, aunque estén mintiendo como bellacos, dan la misma gráfica que los que realmente hablan con sinceridad.
Un corolario importante de la fisiología es la condición de «congruencia» o «coherencia». Si yo le comunico a usted un mensaje que imagino positivo, pero lo hago con voz débil y titubeante, mientras adopto un lenguaje corporal poco definido, no me he mostrado congruente.

Si puede usted conseguir una grabación de la voz de Martin Luther King y trata de hablar como él, copiando la entonación, el énfasis y el ritmo, se sentirá invadido por una sensación de fuerza y energía jamás conocida con anterioridad. Por otra parte, una de las ventajas de leer libros debidos a personas como John Kennedy, Benjamin Franklin o Albert Einstein consiste en que nos situamos en estados similares a los de estos autores; uno empieza a pensar como ellos, a crearse el mismo tipo de representaciones internas. Pero si «duplica» su fisiología, podrá sentirse como ellos en su propia carne e incluso se comportará igual que ellos.

Si modelase usted el sistema de creencias de un atleta de primera categoría, su sintaxis y su fisiología, ¿cree que sería capaz de correr, inmediatamente después, los cien metros en menos de once segundos? Por supuesto que no. El modelado que usted realiza no es exacto, puesto que no entrega a su sistema nervioso el mismo conjunto coherente de mensajes que él, gracias a una práctica asidua, ha logrado elaborar.

Conviene tener en cuenta que algunas estrategias precisan un nivel de desarrollo fisiológico o de programación que usted no posee todavía.

Uno puede modelar al mejor cocinero del mundo, pero si trata de sacar su cochinillo asado en un horno que no tiene comparación con el del auténtico profesional, el resultado no será el mismo.

Ahora bien, si tiene usted la receta sin duda conseguirá lo mejor que se pueda hacer con el horno que tiene a su disposición.

Con el tiempo quizá consiga aumentar la potencia calorífica de su horno; es decir, que se puede obtener el mismo resultado si uno está dispuesto a pagar el precio.
Necesita usted invertir algo de tiempo en mejorar la potencia de su horno, es decir, al objeto de incrementar su capacidad de producir resultados mediante el modelado de estrategias.

Las opciones se crean prestando la debida atención a la fisiología. ¿Por qué hay quien consume drogas, bebe alcohol, fuma cigarrillos o come demasiado? ¿No será que tratan de cambiar su estado indirectamente, mediante una modificación fisiológica?

En este capítulo ha visto usted cuál es la vía directa para cambiar rápidamente de estado. Al respirar o mover el cuerpo o los músculos faciales con arreglo a nuevos hábitos, uno cambia su estado inmediatamente y obtendrá lo mismo que el vicioso, pero sin perjudicar a su organismo ni a su mente. Modelar consiste en crear posibilidades, y no existe otro camino más rápido ni más dinámico que el de la fisiología.

La próxima vez que vea usted a un triunfador, a alguien a quien admire y respete, copie sus gestos, note la diferencia y disfrute del cambio que se habrá operado en su propia rutina mental. Juegue. Experimente. ¡Las nuevas opciones están esperándole! Y veamos ahora otro aspecto de la fisiología: los alimentos que comemos, la manera en que respiramos y los nutrientes de que nos proveemos a nosotros mismos. Todo ello forma parte de...